La minería ilegal y los desastres ambientales llevan a la industria minera brasileña a buscar una marca de sostenibilidad

La minería ilegal y los desastres ambientales llevan a la industria minera brasileña a buscar una marca de sostenibilidad

La renovación de su imagen para contener las pérdidas provocadas por el avance de la actividad ilegal es vista con escepticismo por ambientalistas y académicos.

Los desastres ambientales, la presión internacional y el avance de la minería ilegal bajo el Gobierno de Bolsonaro llevaron al sector minero brasileño a buscar durante el último año reposicionar su imagen para aumentar su reputación de buenas prácticas de sostenibilidad. Si para los críticos la expresión «minería sustentable» no pasa de un oxímoron —una combinación de palabras opuestas—, el gremio de las grandes mineras del país la ha adoptado como una especie de mantra.

La imagen del segmento sufrió un gran impacto negativo con la tragedia en la ciudad de Mariana en noviembre de 2015, que mató a 19 personas, devastó comunidades, dejó a cientos de familias sin hogar y arruinó el río Doce; y luego con el desastre en la ciudad de Brumadinho, que dejó 270 muertos y más desolación humana, material y ambiental.

En los últimos años, la expansión de la minería ilegal, impulsada por el aumento del precio del oro en el mercado internacional y la permisividad del Gobierno de Bolsonaro han empeorado la situación. Las empresas mineras se quejan de que la sociedad muchas veces confunde su actividad industrial con la de la minería al margen de la ley. Por último, pero no menos importante, las exigencias del mercado internacional en cuanto a las prácticas y el origen de los minerales exportados por Brasil hicieron inevitable un cambio de actitud.

Para Márcio Santilli, expresidente de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai) y uno de los fundadores del Instituto Socioambiental (ISA), «la minería está relacionada con una riqueza natural que se agota. Entonces la sustentabilidad es cuestionable, porque le quitas algo a la naturaleza para siempre, la base natural se va agotando con el tiempo. Por muy longevo que sea el proyecto —un yacimiento puede durar cien años—, ¿qué queda allí? Los ejemplos que tenemos no son muy buenos», concluye. (FOLHA INTERNACIONAL)